Hay que aprovechar cada instante







La vida es disfrute, y para mí, uno de los mayores disfrutes de la vida,



además de mi familia y mis amigos, es un buen vino con unos ricos manjares,



y en un lugar difícil de olvidar. A partir de ahora, intentaré aportar recetas,



notas sobre buenos vinos (de aquí y de allá), Gin Tonics, interesantes hospedajes,



opciones de hostelería y lugares para visitar........con sus enlaces y



lo que todos querais opinar y aportar.........



lunes, 11 de diciembre de 2017

Lentejas con boniato, acompañadas de pato marinado en trufa. Mis #LentejasBloggers




Muy agradecido por la invitación de la I.G.P. Lentejas Tierra de Campos, y dentro de su concurso #LentejasBloggers , no podía dejar de elaborar una receta que llegara al nivel de esta buena legumbre. Cocina tradicional con toques y reminiscencias de cierto exotismo y gusto.


INGREDIENTES (para 6 - 8 personas)

500 gr. de Lentejas de Tierra de Campos.

Magret de pato (de unos 350 gr.) y trufa negra.
250 gr. de boniato.
Una zanahoria.
Medio pimiento verde italiano.
Una cebolleta mediana.
Un bastón de apio.
3 tomates rama.
Un diente de ajo.
Aceite de oliva Virgen Extra (AOVE).
Pimienta de Jamaica.
Un vaso de bueno vino tinto (si es Syrah, mejor).
Agua.
Medio litro de caldo de puchero (podemos aprovechar de algún cocido que hayamos preparado).
Salvia, Tomillo y Romero (que sean frescos).
Azúcar moreno.

RECETA

Lo primero es cocer el boniato, que reservaremos cortado en dados. Picaremos las verduras para tenerlas preparadas.




Por otro lado, tras haber tenido el magret marinando unos 50 minutos en aceite de oliva con trufa, nos disponemos a sellarlo. Unos cortes en diagonal en la zona de la grasa (la primera en marcar en plancha, unos 3 - 4 minutos, para aprovechar todo lo que suelta) y toque ligero de sal y pimienta; vuelta y un minuto de sellado por la otra cara. La idea es que quede muy poco hecho, bastante rojo por dentro. Aprovecharemos la grasa y el aroma de trufa, que tras colar para eliminar impurezas, juntamos con el caldo.




En la cazuela donde elaboraremos las lentejas, arrancamos un sofrito con el ajo en AOVE, cebolleta muy picada, zanahoria en trozos, pimiento verde picado, al igual que el apio. Ligero toque de sal y pimienta. Añadimos el tomate, pelado y picado, junto con unas hojas de salvia y dos cucharadas de azúcar moreno.



Pasados unos 20 minutos, tras hervir a fuego bajo, trituramos todo y sobre el puré resultante incorporamos las lentejas, que estén bien limpias tras pasar por agua fría. Vaso de vino, y dejamos evaporar el alcóhol. Seguimos a fuego lento, ya toda la cocción.



Añadimos un par de ramas de romero fresco, mientras que el tomillo lo espolvoreamos; sal al gusto. Se incorpora el caldo y agua hasta cubrir sobradamente. Toca una hora y cuarto, aproximadamente.

Rectificaremos de sal, si fuera necesario. Poco antes de acabar, retiramos el romero, y a unos 10 minutos del término añadimos el boniato en dados.


En los últimos 5 minutos colocamos sobre las lentejas el magret, que terminará de hacerse y soltará cierto aroma a trufa. Lo sacamos para lonchear, ya con el fuego apagado.


Para emplatar, fondo de lentejas y boniato, con un par de filetitos de magret (si alguien lo desea, se puede pasar un poco más, aunque perdería punto y jugosidad). Adornamos con un poco de romero, por ejemplo.




sábado, 11 de noviembre de 2017

Filetes rusos con regusto a cocina clásica



Este es un plato que recuerda a la infancia, al menos a mí. Normalmente siempre agrada a los niños, pero también a los mayores, y para ello es clave trabajar con buen producto. Además, permite la opción de hacer buena cantidad de filetes, y reservar los que sobren para cenas o un picoteo rápido en cualquier momento, ya que incluso fríos están ricos.

INGREDIENTES

Carne picada de angus negro o buena ternera. También cabe la opción, sabrosa y diferente, de prepararlos con carne picada de pavo, más suaves y quizá más gustosos para los niños.
Dos o tres dientes de ajo. También, si se quiere más suave, se puede optar por el ajo picado.
Perejil fresco (o picado, en su defecto).
Harina de espelta.
Sal rosa del Himalaya.
Pimienta de Jamaica.
Aceite de oliva (para freir).
Un huevo (o dos), para empanar.
Pan rallado.

RECETA

A la vista de los ingredientes, está claro que la receta es muy sencilla. Empezamos picando muy finos y pequeños los ajos, al igual que el perejil.


Sal y pimienta al gusto en la carne picada, donde añadimos el ajo y el perejil, mezclando con un buen amasado manual. Incorporamos un poco de harina, que nos permitirá que se ligue bien; opcionalmente se podría añadir un huevo batido.


En cuanto al tamaño y grosor de los filetes, queda a decisión y gusto de cada cual. A mí me gustan que sean gruesos, con más potencia de carne; para los niños, seguramente es preferible que sean finos. Pero todos ricos, seguro.


Empanamos pasando primero por huevo batido, y luego buena capa de pan rallado. Al aceite bien caliente, para que se hagan rápido por fuera, y quedan muy jugosos por dentro. Eliminamos el exceso de aceite con un poco de papel absorbente.




Ya sólo queda disfrutar, acompañados con unas patatas fritas, unos pimientos asados, ensalada o unas verduras al vapor (o incluso, todas las opciones).




sábado, 28 de octubre de 2017

LA PALMA : Aquella que llaman La Isla Bonita




Mucha gente me había hablado de ella, lo cual me generaba cierta inquietud por conocerla. Pero por otro lado, cuando comentaba que íbamos a visitarla este verano, otros tantos la desconocían y pensaban que allí había poco que hacer y visitar. Sin duda alguna, los primeros, por conocerla, eran los que estaban en lo cierto (en una semana nos faltaron sitios por visitar); y una vez que la recorres, que la vives y la sientes, comprendes aquello de "La Isla Bonita".


Se trata de una isla muy diferente al resto de las de su archipiélago, pero a la vez conjuga aspectos que encuentras en una y otra. Un Norte muy verde y un Sur más volcánico y seco, parecido a Tenerife; playas de arena negra, muy del estilo Lanzarote; plantas que recuerdan a otras épocas, como La Gomera; y buenos vinos y mejor gastronomía, como en la mayoría de las Canarias.




Sensación relajante cuando observas el mar de nubes, que de forma habitual cubre la parte este de la isla, y si es desde el Roque de los Muchachos te quedas absorto mirando al horizonte, pensando que estás en un lugar de paz y donde, una vez superadas las nubes, crees poder tocar más allá de donde nuestra vista alcanza. Infinidad de sendas para caminar por la zona, pero los 36 km. de carretera hasta la cima, es preferible recorrerlos en coche (imprescindible alquilar coche, ya que sin ser grandes distancias, es la forma más cómoda de moverse).




Como en Parque Jurásico o en una selva recóndita de Centroamérica te sientes al recorrer el Parque Natural de las Nieves (Reserva de la Biosfera, por la Unesco), y más en concreto la zona de Los Tiles, pleno de verdor y humedad (preciosas cascadas), con sendas donde perderse y olvidarse del estrés urbano (y más cuando en muchos momentos la cobertura del móvil desaparece).







El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente es enorme, ubicado en el centro mismo de la isla. Imponente desde el exterior, impactante desde dentro. Vistas incomparables desde el Roque de los Muchachos, agradables sensaciones desde la Cumbrecita e innumerables senderos por los que recorrer este inmenso cráter. Sólo conocer este parque en profundidad llevaría toda la semana que estuvimos allí.






Más al Sur, otro gran Parque Natural, el de Cumbre Vieja, que, a pesar de su nombre, es la zona volcánica más reciente. Mucho tono negro, por las cenizas, y poca vegetación, pero lleno de parajes fascinantes. Y si sigues bajando entras en territorio de los volcanes de Teneguía, donde hace 40 años había un llano y ahora encuentras una serie de volcanes, de los que destacar la visita al de San Antonio y su Centro de Visitantes.



En la punta Sur, en terreno totalmente volcánico y árido, se llega a Las Salinas de Fuencaliente, con sus dos faros, que engloban un paraje digno de una visita tranquila. El recorrido por las salinas, aprendiendo como se va generando la sal en las piscinas, es delicioso, rodeado de unas tonalidades salmón, que se acrecentan en la zona inferior. Y ya que se desplaza uno hasta allí, creo que no se debe dejar de disfrutar de la terraza de El Jardín de la Sal, restaurante de calidad y buen gusto; y precio fabuloso para los platos bien concebidos que allí elaboran. El vino, claro, de La Palma : un albillo ecológico de Tagalguén, muy acertado.








Desde Tazacorte (en concreto el puerto) salimos en una excursión en barco para divisar delfines y cetáceos, una experiencia muy agradable y relajante. Es población con una de las pocas playas de arena fina, siempre negra y volcánica, además de disponer de buenos restaurantes (o chiringuitos elegantes) a pie de playa, donde no dejar pasar la oportunidad de probar buen pescado fresco, del día, sea vieja, sargo, dorada o, incluso, barracuda.



La capital, Santa Cruz de la Palma, se encuentra en una ubicación destacada, en la falda de un cráter extinguido, y merece una visita para disfrutar de su arquitectura popular canaria, admirar los balcones (ya famosos) en la Avenida Marítima, bañarse en alguna de sus playas y adentrarse en la gastronomía canaria, en sus interesantes tabernas.



He mencionado algo de las playas, muy azotadas por un mar de azul intenso y olas imponentes, en su mayoría de piedras y arena (pocas de arena fina), todas de tono volcánico, la mayoría amplias y cómodas (de llegar y disfrutar), y nunca abarrotadas (hemos de tener en cuenta que La Palma, y que siga, no es una isla de excesivo turismo). Además, realmente fascinantes, un par de piscinas naturales de roca en la zona noreste de la isla (de imprescindible visita), completa las alternativas de baño.






Dado que no es una isla muy turística, quizá el leve defecto que encuentras es la cantidad y calidad hotelera, aunque si no se es demasiado exigente en este sentido, perfectamente válido, y a precio razonable (no así los vuelos, dado la limitada oferta).


En cambio, la gastronomía y los vinos (principalmente blancos) son altamente destacables, e incluso varias cervezas artesanas locales y destilados (sobre todo de Destilerías Aldea) sensacionales. Buenos arroces y ensaladas, el pescado y marisco no se ha dejar de disfrutar, papas arrugadas con sus mojos, quesos de la zona y distintas opciones de carne (pollo, conejo, cabra, cochino y vacuno).


Y para terminar este post, unas pinceladas de dos restaurantes de primer nivel a los que nos acercamos, además del arriba mencionado (El Jardín de la Sal) :

El Rincón de Moraga (Los Llanos de Aridane) : elegante y coqueto, con atención cuidada y una muy buena cocina. De lo más "caro" que puedes encontrar, sin embargo no supera los 30 € por cabeza. Arrancamos con un rico tartar de salmón y guacamole en salsa de miso (gran mezcla), para seguir con la Ensaladilla "2014" y espuma de mahonesa (perfecto punto de cocción de la patata y verduras), rematando con Suprema de medregal con burgados en ajo negro y papas negras. Mis hijas degustaron un buen Risotto de hongos y un imponente Solomillo de res; completamos con helados artesanos y Crema de queso de cabra con mojo verde. Un listán blanco delicioso, para acompañar con equilibrio.



2º En San Andrés y Sauces encuentras un pequeño restaurante, El Canal : Atención de primera, elaboraciones acertadas y sublime carta de vinos, con más de 200 referencias. Bien regado con un Vitega albillo (de la hermana del más conocido Níspero), nos pusimos manos a la obra con Delicias de queso y naranja, Salmorejo (en su punto), Ensalada "sucia", Calamares con soja, Gambas ajeadas, Langostinos y Cherne con calabaza y cilantro; Helado de frutos rojos, Postre de chocolate y Mousse de chocolate blanco para rematar, junto con un excelente Gin Tonic de la local Duality (magistral) con 1724.



Pues sí, no me importaría volver, ya que es de esas islas absolutamente recomendable.