Hay que aprovechar cada instante







La vida es disfrute, y para mí, uno de los mayores disfrutes de la vida,



además de mi familia y mis amigos, es un buen vino con unos ricos manjares,



y en un lugar difícil de olvidar. A partir de ahora, intentaré aportar recetas,



notas sobre buenos vinos (de aquí y de allá), Gin Tonics, interesantes hospedajes,



opciones de hostelería y lugares para visitar........con sus enlaces y



lo que todos querais opinar y aportar.........



sábado, 28 de diciembre de 2019

La Costa Amalfitana, o cómo hacer que tus fotos parezcan postales



Se trataba de otro de esos viajes que esperaba con altas expectativas. Si bien es cierto que hablamos de una zona de Italia dedicada al turismo y la época estival, visitarlo fuera de temporada, como hemos hecho, permite disfrutar con calma de lo que ante los ojos surge, que es mucho por ver. Los inconvenientes en estas fechas, al margen de que no es tiempo de baño (lo cual en mi caso no es ningún problema), residen en la limitación de horas de luz y en encontrar más sitios cerrados (sobre todo, en Positano) de los esperados; por lo demás, maravilloso.


La Costa Amalfitana, sumando tanto los pueblos de costa como los de interior, está compuesta por 14 poblaciones (más aldeas), de las que visitamos la mayor parte y, sobre todo, las más espectaculares. Por falta tiempo, sólo dejamos sin ver Scala, Tramonti, Agerola y Furore. Dedicando más o menos tiempo, sí estuvimos en Vietri Sul Mare, Cetara, Maiori, Minori, Ravello, Atrani, Amalfi, Conca Dei Marini, Praiano y Positano, por este orden. Se puede recorrer de Este a Oeste (como hicimos nosotros), o viceversa, pero siempre intentando hacer alguna parada en cada localidad.

Esta zona, al sur de Nápoles, está poblada de una gente muy cercana, agradable y bien dispuesta, pero siempre después de una primera impresión en la que parecen más cerrados. En definitiva, muy italianos del sur. Las montañas, tremendamente cercanas a la costa y el mar, hacen que sean innumerables las zonas escarpadas, los acantilados y unas carreteras serpenteantes y estrechas, dignas de un buen Rally. A su vez, la mayor parte de las poblaciones se distribuyen a través de empinadas calles, en un sentido y otro, con especial mención a Positano. Para una opción de visita como la nuestra, lo mejor es el alquiler de un coche, si no se tiene miedo a conducir por carreteras complicadas, y con un par de pegas : el coste del aparcamiento (limitado, incluso en Invierno) y el hecho de que en Italia no se lleva lo del Todo Riesgo en los coches de alquiler.



Vietri Sul Mare es la capital de la cerámica de Campania, alfarería en estado puro y con un museo dedicado a ello, y sólo por ello merece la pena ser visitada, y poder entrar en su multitud de tiendas, plenas de color y diseño; el centro, pequeño, tiene cierto encanto. Muy cerca Cetara, el pueblo pesquero típico, donde se puede comer muy bien y barato, en sus distintos locales cercanos a la playa, fáciles de encontrar por la reducida dimensión de la población; tiene una potente flota atunera y se considera un destino gastronómico. En Maiori acabamos la ruta de la primera jornada (que había arrancado cerca de la una, con lo que estaba más limitada), una población de cierto tamaño, pero que quizá no tiene el encanto de otras (y que además visitamos de noche); y de ahí, de vuelta a Vietri Sul Mare.







La segunda jornada, tras salir de Vietri Sul Mare (increible despertar frente al mar y con una inesperada visitante a la terraza de la habitación), comenzaba el espectáculo. Muy agradable Minori, pequeño y coqueto; de ahí a la majestuosa Ravello, en lo alto y no costera, con unas vistas impresionantes (merece entrar en Villa Rufolo, del siglo XIII, e inspiración de Wagner allá por finales del XIX) y una historia musical de gran nivel, hace de esta localidad que sea de las visitas que uno no puede perderse (y debe disfrutar con calma) cuando se desplaza hasta la Costa Amalfitana, y relajarse entre sus suntuosos palacios, iglesias y villas. Parada en la pequeña Atrani (de sólo 0,9 km2) a comer y pasear, tras salir de las curvas de la carretera y adentrarse en su pequeño núcleo central, donde admirar una de sus iglesias (la principal es la de Santa María Magdalena, con unas buenas vistas), la pequeña y céntrica de San Salvador, del siglo X y mucha historia. Final del día en Amalfi, donde dar un paseo nocturno por sus iluminadas calles y relajarnos con un vino en un peculiar local junto a la catedral, a la espera de las vistas que nos aguardaban al día siguiente. 













Amanecer la tercera jornada en Amalfi, y poder disfrutar de una visión que el día anterior (por la falta de luz) se nos había ocultado, hizo arrancar un día de vistas maravillosas, de postal. Mientras desayunábamos, balcón que daba a la piazza del Duomo, con esas escalinatas que en la procesión de su patrón San Andrés, los costaleros las suben a la carrera, al fin de la misma. Por supuesto, visita a la catedral y tranquilo paseo mañanero por la capital de la Costa Amalfitana. De salida, ya en camino, imagen deliciosa de Amalfi, de las que uno no debe perderse; de nuevo en marcha, dirección hacia Conca Dei Marini, con una corta parada, y de allí hacia el fiordo de Furore (al que se accede caminando por un sendero junto a la carretera, y decidimos desechar) tuvimos la suerte de toparnos con uno de esos lugares mágicos (a la par que poco anunciado), como es la Gruta Esmeralda, de pequeña dimensión y que recorres con un barquero (en este caso, dada la época, sólo para nosotros) que te muestra esos tonos en el agua que se crean por el reflejo de los rayos solares que entran por el agua bajo la cueva. Interesantes figuras creadas durante infinidad de años en forma de estalactitas y estalagmitas, y sorprendente el Nacimiento (pesebre) realizado en cerámica, ofrenda de 1956, en esta gruta de 25 metros de altura, a la que se accede en ascensor (desde la carretera) o por mar.











Seguimos camino, acercándose la hora del almuerzo, con rápido paso por Praiano (de casas dispersas), hacia nuestro tercer hotel, en la lujosa Positano; a pocos kilómetros ya pudimos hacernos una idea de ese pueblo escarpado y lleno de escaleras, tonos pastel precipitándose hacia un mar color añil y ricamente floreado. Pudimos recorrerlo con luz natural, dando un paseo de importante desnivel entre la ubicación del hotel y la playa; buen número de tiendas, donde encontrar mucha ropa en lino y de corte veraniego, lana de calidad y joyas diversas. Comida frente al mar (en uno de los pocos restaurantes abiertos en esta época invernal), de las que te hacen sentir especial; para volver, nos habían recomendado coger un autobús para evitar las cuestas y escaleras, pero optamos por el paseo, con paradas en las prohibitivas boutiques chic de productos variados, y una tranquilidad que el lugar contagia (no en balde es una localidad reconocida como Slow City), como cerca de la colorida cúpula de azulejos de la Chiesa di Santa Maria Assunta. Pero quedaba la mañana del día siguiente para terminar de disfrutar, de distintos puntos, de un pueblo pleno de encanto, de esos de película italiana con toque romántico.









Enorme oferta hotelera, con gran variedad para poder elegir, desde los camping, opciones de apartamento y casas rurales, hoteles de lujo (alguno impresionante) y hostels y hoteles de distintas categorías. Nosotros, a un coste razonable (entre 80 y 114 €, para dos personas con A/D), hemos estado en 3 hoteles en otras tantas localidades; bueno, y muy recomendable, el Art Pasitea de Positano (un 4* de buen nivel, aunque de instalaciones justas, como la mayoría en la zona), en Amalfi el Fontana 3* (lo mejor su ubicación en plena Piazza del Duomo) e interesantes vistas al mar (o sobre el mar) en el 4* de Vietri Sul Mare (La Lucertola).






En lo gastronómico, algo imprescindible de analizar en cualquier viaje que se precie, se notan las influencias marineras al estar en zona de costa. Cetara es la población del atún y las anchoas, con varios platos alrededor de estos productos : tartar o tataki de atún, distintos platos de pasta, anchoas marinadas (nuestros boquerones en vinagre), una sencilla ricotta con anchoa o parmigiana de anchoas; y la colatura di alici (todo el jugo y esencia de las anchoas, de sabor intenso, para elaborar y aliñar platos diversos), un garum versionado. La pizza es más napolitana, pero la cercanía se nota. En cuanto a los tipos de pasta, hay gran variedad, pero destaca entre todas los scialatielli amalfitanos, pasta plana, más gruesa que ancha, y que suele ser de elaboración artesanal. La mejor Mozzarella que existe es la de leche de búfala, con origen en Campania (con DOP), seguramente diferente a cualquier otra mozzarella, de producción diaria y extremadamente jugosa por dentro.


Mucha y buena verdura encontrareis, de cercanía, con lo que siempre fresca, pudiendo probar unos tomates maravillosos (de los más jugosos y sabrosos) o sensacional calabacín; y claro, los limones, a veces de tamaños descomunales, como melones incluso. Con ellos elaboran el clásico limoncello, pero también es punto de partida de muchos platos, tanto salados como dulces. Y ya entrando en los dulces, gran cantidad de tartas, con diversas elaboraciones, siempre llamarán la atención en casi cualquier local; y algo muy típico es la Delizia al limone, postre amalfitano por excelencia, un bizcocho emborrachado en limoncello y recubierto en crema de limón. Y claro, siempre acabar con un buen café expresso.






En cuanto a los vinos, son muchas y ricas las uvas de la zona de Campania, desde las tintas Taurasi o Aglianico, hasta unas uvas blancas diversas como la Falanghina (uva muy antigüa), la Fiano o la Greco di Tufo, entre otras, y en su mayoría perfectas para los buenos pescados y mariscos de sus costas.



Por terminar el apartado gastronómico, os dejaré 3 buenas recomendaciones de restaurantes (dos de ellas, sensacionales), en distintos puntos del recorrido que hicimos por toda la Costa Amalfitana. En Positano, dada la escasez de locales abiertos, aprovechamos la excelente ubicación de Chez Black frente al mar, donde degustamos una deliciosa pizza al atraernos el horno de leña del que disponen y unas increíbles anchoas marinadas (recordad, boquerones en vinagre, pero de los buenos); al estar en la zona más cara (y algo turística), la relación calidad-precio (RCP) es peor que la de los otros dos locales que mencionaré, pero sin duda se estaba muy agradable. El Fiano que tomamos, muy bueno.




Magnífico el pequeño Cetara Punto e Pasta, de la localidad que le da nombre, con una atención cercana y amable, llena de buenas recomendaciones para las 6 mesas que lo componen. Un local realmente peculiar, como su propietario, no más grande que un estudio, donde la carta son unas pizarras garabateadas con tiza, muy al estilo tasca de siempre. No se deben dejar de probar platos relacionados con la anchoa (o la colatura de alici) y su buena pasta casera, mientras ves pasar por la calle, que desemboca en la playa, a toda esa gente del pueblo, con ritmo tranquilo, ya que no es de los puntos más turísticos, pero sí de visita obligada.



Y extraordinario descubrimiento el de A'Paranza, en la "hermana pequeña" de Amalfi, la localidad de Atrani. El local está ubicado en un pasadizo, y queda dividido por el mismo en dos partes, la zona de la cocina y unas pocas mesas a un lado, y el salón principal al otro, con lo que ya lo hace particular. Atención cercana, donde te das cuenta que la mayoría de los comensales son amigos y de la zona, lo cual da pistas. Amplia carta, con interesantes platos de distintos tipos, pero nos dejamos llevar y aconsejar, en base a las indicaciones de cantidad (y que eran ya más de las 3 de la tarde), y el acierto fue total : Fantasía de pescado, con 9 degustaciones de otras tantas elaboraciones y pescados locales, y después un pescado a compartir (no recuerdo el nombre), sabroso y jugoso, en perfecto punto. Postres de gran nivel y un muy buen vino, también recomendado, y nada caro (18 €). Para volver.






Es probable que en otras épocas del año pudiéramos haber visto todo con otros ojos (creo que Otoño y Primavera son los mejores momentos), pero es el momento que elegimos y, sin duda, quedará para siempre en nuestras retinas. ¿Regresar?, quizá...