El título podría llevar a equívoco, y no quiero que sea así, dado que Nápoles, a diferencia de lo que mucha gente piensa, es una ciudad bastante segura. Eso sí, cuando hablamos de conducir.......según palabras de nuestro taxista Giuseppe, "Los semáforos en rojo son opcionales"; no digo más. Antes de seguir, quiero agradecer al propio Giuseppe sus servicios prestados, y que quedarán descritos más abajo, a la vez que dejar sus datos para quien desee hacer uso de sus servicios : +39-366-451-7929 / giuseppetaxinapoli@libero.it ; un gran guía.
El día que pasamos en Nápoles lo aprovechamos al máximo, pero sin duda creo que es una ciudad (y alrededores) para disfrutar durante unos 3 días. Nada más desembarcar (fue una de las paradas de nuestro crucero por el Mediterráneo de hace unos días), nos encontramos en el puerto ante la tesitura de recorrer con calma la ciudad o pensar en un plan alternativo, más completo. La respuesta llegó pronto, ya que al ser ocho personas, el desplazamiento se tornaba complejo si no era en autobús o tren, y eso nos haría perder demasiado tiempo (que no sobraba), con lo que encontrar a Giuseppe, y su taxi que nos daba la opción de ir todos juntos, fue casi una bendición.
Planificamos la ruta, siempre con opciones de cambio, y nos lanzamos a la aventura, en dirección a Pompeya, primera parada, casi obligada en la zona. De camino pudimos observar perfectamente el Vesubio, considerado el volcán en activo más peligroso de Europa, como nos explicó Giuseppe, ya que está tapado con una gran roca, que no da pistas con fumarolas de cuándo puede entrar en erupción, y además son muy violentas. Al pie de este espectacular volcán de algo menos de 1.300 metros de altura, encontramos la antigüa ciudad romana de Pompeya, la cual quedó sepultada por el propio volcán allá por el 79 d. C.; se trató de la segunda ciudad por importancia, tras Roma, del Imperio Romano, y posiblemente la primera a nivel comercial. Sorprende cómo, en parte en gracias a los trabajos de restauración, se puede percibir en toda su magnitud, con sus calles y avenidas, plazas y teatros, termas y todo tipo de construcciones. Eso sí, una recomendación : mejor visitarla en épocas de no mucho calor.
Le dedicamos un par de horas, si bien se precisan unas cinco para ver toda Pompeya con calma y sin perder detalle. Al término, nos dirigimos de vuelta hacia Nápoles : Se podría denominar que es una ciudad de tráfico loco, donde la policía es bastante permisiva con las numerosas infracciones que se producen al conducir; si no eres de allí, debes ser atrevido y no verte intimidado (en esto, quizá un madrileño como yo, no se sentía incómodo).
Le había pedido a Giuseppe que nos llevara a degustar las famosas pizzas de Da Michele, de las que escribiré un post al respecto. Como nos avanzó, a la llegada encontramos gran número de personas esperando a la puerta, pero Giuseppe hizo una buena gestión (nos colamos a todos) y pudimos pedir unas pizzas para comer fuera, en la parte de atrás del taxi, a modo de merendero. Fabulosas pizzas, las mejores que he probado en mi vida, y a un precio ridículo.
Tras reponer fuerzas, y todavía con cierto regusto a tomate y albahaca frescos, junto con rica mozzarella, nos adentramos por la zona auténtica de Nápoles, con esas callejuelas estrechas tan típicas, gente a pie de portal y terrazas desde las que alcanzar lo que otros les mandan desde la calle. Y en todos esos rincones, ya comienzan a preparar, sí a finales de Julio, los Pesebres (Belenes) para Navidad.
El Duomo, la catedral napolitana, queda eclipsada en mitad de una estrecha calle, pero no por eso hemos de perderla de vista, ya que por dentro es preciosa, y aún más, en un lateral, la Iglesia de San Génaro, el patrón de Nápoles.
Dar una vuelta por el Paseo Marítimo no ha de faltar, con esos locales que invitan a sentarse y disfrutar dejando pasar el tiempo, y al fondo Capri, una de esas opciones que quedan en tareas pendientes. Es una zona donde las parejas pasean, se hacen carantoñas y piensan que están en plena película italiana, a lo Sofía Loren.
Del resto, son muchas las zonas interesantes, pero uno no se ha de olvidar el Palazzo Reale, y justo enfrente, imponente, la Piazza del Plebiscito y la Basílica de San Francisco de Paula, que por momentos recuerda al Vaticano.
Y para rematar, antes de volver al barco, una vuelta por la zona comercial, un buen helado en una Heladería-Chocolatería de la que no recuerdo el nombre (lo siento), pero que estaba junto a la Galería de Umberto I, por donde se ha de atravesar, y visita final al Maschio Angioino, un castillo justo enfrente del puerto.
Pues sí, Nápoles, ciudad ruidosa y loca en circulación, me ha gustado, me ha hecho disfrutar, me ha hecho sentir algo especial...........sin duda, volveré, con más tiempo.
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