En ciertas ocasiones, unos filetes de pollo a la plancha dan buen resultado; pero si los acompañas de una forma elegante y sabrosa, mejor que mejor.
Recordé que tenía aquella crema de vino de Oporto de mi viaje a Lisboa, con la que podía hacer la base de una salsa.
Le di un toque con unas tiras de calabacín, que después retiraría para usarlas como guarnición.
Un chorrito de riesling, que luego serviría de vino de acompañamiento, y un poco de paté de hongos con trufa blanca.
Y como he comentado antes, el caldo elegido fue un Riesling de Fromm, muy apropiada uva para acompañar trufa y platos ligeros. Y al plato, un chorrito de aceite de oliva virgen extra del Santuario de Mágina.
2 comentarios:
Pues si, si que le has dado un buen alegreto a ese pollo. Tenía que estar de la muerte...
La verdad es que para una cena de un día cualquiera, no resultó mal........
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